jueves, 19 de marzo de 2009

CON LA MALDAD BAJO LA PIEL--Por Nacho Avalos.






No pude ser le pegue tres tiros y no cayó ¡este tipo no es humano!, será posible, hace cinco días que lo seguimos y cuando lo tenemos las balas no les hacen nada. -¡Cabo!-gritó el gordo sargento Eusebio,-nos volvemos y sin decir ni una palabra del caraý ¿Estamos?, nos vamos a tener que conformar con el regalito que le dejamos en la casa ¿No cierto Cabo?- ¡sí señor!- contestó el pobre hombre mientras los cinco soldados que formaban la patrulla se encaminaban hacía el horizonte donde la luz del sol empezaba a empujar la oscuridad de la noche.

El corpulento hombre cayó pesadamente en el seco zanjón, la sangre ya pegajosa cubría todo su cuerpo, su ropa estaba rota, tenia una bombacha bataraza y una camisa negra ,una ancha faja marrón ceñía su cintura pero lo más llamativo era el enorme facón que cruzaba su espalda, poco a poco la claridad empezaba a iluminar su desfigurado rostro moreno, mientras el extraño personaje se frotaba el brazo izquierdo murmurando repetidamente entre dientes,- San la Muerte no abandones a tu fiel servidor mientras aún sea digno de tu favor-.

La luz del sol iluminaba la terrorífica transformación, los tres grandes agujeros de bala lentamente se empezaban a cerrar mientras el plomo salía de los sangrientos orificios, el caraý tenía un secreto, no era un hombre común, el caray no podía morir.

Todo comenzó con el engaño de su mujer ,el hombre no pudo soportar la traición , entonces se entregó a los favores de un santo muy poderoso .San la Muerte era el arma que el necesitaba para llegar a la venganza, entonces por intermedio de una bruja de la zona se hizo colocar debajo de la piel de su brazo izquierdo una pequeña imagen de san la muerte que mandó a hacer de quebracho colorado y bendecida en viernes santo, contaban los viejos que aquel que tiene en su cuerpo una imagen de san la muerte no pude morir.

El caraý sabía que después de cumplir su venganza la policía no lo iba a dejar, por eso accedió a los favores del santo. Mucha sangre había corrido por las manos del despechado personaje, muchas heridas había recibido su cuerpo , pero la muerte estaba prohibida para él , después que había degollado a la que era su mujer y a su amante , sus manos le quitaron la vida a muchas personas , entre ellas muchos policías que lo buscaban para apresarlo, el fugitivo no tenia descanso , además ya hacia tiempo que un pensamiento comenzó a pesar mucho en su conciencia , aquello que pensó que lo haría feliz hoy se había trasformado en una pesadilla , por eso cuando lo embosco la patrulla el iba en camino a su casa materna , su madre era el último ser querido que tenía , y era el lugar donde pensaba encontrar alivio a su tormento.

Pero su turbia y violenta vida le iba a dar otra sorpresa, faltando pocos metros para llegar a su casa vio que el humo se elevaba sobre los árboles, entonces corrió hacia la que era su casa. Cuando llegó, el humo cubría casi todo, las llamas se habían ido dejando solo cenizas, una profunda tristeza invadió al caraý, presentía algo muy malo, empezó a caminar sobre las cenizas, pero cuando llegó al fondo lo que vio lo fulminó, cayó de rodillas llorando y diciendo- Es mi culpa, todo es culpa mía-.El viento empezó a despejar el humo, y un paisaje digno del infierno empezó a divisarse. El caraý permanecía de rodillas llorando frente al lapacho que tenía en el fondo de su casa, donde ahora colgaba el cuerpo sin vida de su madre degollada, atada de pies y manos y con un pedazo de madera que pendía de su cuello donde estaba escrito con sangre, -¡Caraý todo se paga chamigo!-.

Mientras su corazón parecía que le iba a salir del pecho por la desesperación, y el llanto se hacía incontrolable, el pobre y atormentado personaje empezó a tener visiones. Cada uno de sus asesinatos pasaban nuevamente ante su vista , cada gota de sangre inocente derramada a causa de su venganza volvía a sentir en su conciencia,-mamá usted tenia razón- dijo el caraý y agregó -La venganza no es buena, me quitó todo lo que quería, por favor mamá… ¡perdóneme!- grito , luego agachó la cabeza y quedó en silencio. De golpe el viento cesó, el monte enmudeció, el silencio era de muerte.

El caraý se incorporo, saco el facón de su cintura, estiró su brazo izquierdo, volvió a mirar el cuerpo de su madre y dijo -¡perdón, perdón!- mientras hundía su facón en el lugar donde tenia la imagen del santo. De pronto cayó al piso el pedazo de carne y piel , la sangre empezaba a teñir la tierra seca del patio, sin motivo aparente el cielo se oscureció , el caraý que permanecía erguido empezó a sentir un dolor indescriptible en todo su cuerpo y el miedo empezó a invadirlo, sintió que algo le chorreaba del pecho , cuando miro el miedo lo paralizo , los tres últimos agujeros de bala habían vuelto y mientras se le cortaba la respiración veía como cada herida de muerte que había recibido se volvían a repetir en su cuerpo, y de a poco la deseada muerte empezaba a aliviar esa atormentada alma. El cuerpo del caraý cayó pesadamente y sin vida en el patio de tierra, el cielo empezó a despejarse y el sol volvió a brillar, el pedazo de carne que tenía la imagen al recibir la luz empezó a largar un humo negro y luego desapareció.

Muchas veces la vida no es una bendición. FIN